La fibra de asbesto se caracteriza por unas propiedades peculiares cómo son su dureza y su resistencia a altas temperaturas. Por este motivo su uso en varias actividades industriales como frenos, aislantes o la fabricación de tubos corrugados en la construcción ha sido masivo durante muchas décadas. A menudo en España la exposición del trabajador al asbesto ha pasado inadvertidamente cuando este no ha sido protegido ni informado de haber sido expuesto, aunque haya sido durando un periodo de tiempo breve. En otras ocasiones son los familiares de los trabajadores con una exposición intensa los que han inhalado las fibras, por ejemplo al manipular, cepillar y lavar la ropa después de una jornada laboral, sin ser conscientes del riesgo que sufrían.
También es importante la inhalación de fibras por la simple proximidad ambiental, como por ejemplo cuando se daba durante años, sin una protección óptima ni de trabajadores ni de curiosos allí presentes, la demolición de estructuras con alto contenido en amianto como es el caso de los hornos incineradores obsoletos o de estructuras similares. A pesar de que el desguace o la demolición de un edificio pueda representar una cierta espectacularidad visual, mi consejo es alejarnos físicamente tanto como sea posible de estas actividades. Tanto o más injusta, si cabe, es la aparición de enfermedades asociadas a la inhalación de asbesto por el simple hecho de haber respirado el aire ambiental en poblaciones donde se ha desarrollado una actividad industrial relevante con asbesto.
En España el paradigma de esta tragedia se dio en la fábrica de Uralita, situada en la localidad catalana de Cerdanyola del Vallès. Cómo bien han señalado otros compañeros esta ciudad barcelonesa presenta unas cifras de enfermedades asociadas a la inhalación de asbesto muy superiores a las de cualquiera otro municipio de nuestro ámbito. Muy recientemente he tenido nuevamente la tristeza de diagnosticar un tumor maligno pleural a una persona residente durante muchos años en esta localidad. No ha sido la primera vez y me temo no será la última. Me conmueve profundamente tener que diagnosticar esta enfermedad a personas que nunca han sido conscientes del riesgo de vivir cerca de una actividad industrial basada en el asbesto y entiendo las dificultades del paciente y sus círculos próximos a entender que la enfermedad aparezca décadas después de una exposición inadvertida.
Obtuve mi licenciatura en Medicina y Cirugía en Barcelona en 1977. En la carrera mis profesores me enseñaron ya entonces con claridad todos los riesgos derivados de la inhalación de la fibra de asbesto. Durante mi formación como especialista en Neumología, bajo la dirección del Profesor Josep Morera Prat, una neumólogo extraordinario, se me insistió y formó en las diversas formas de enfermedad respiratoria por el asbesto, con énfasis en la frecuente dificultad a la hora de identificar este antecedente de exposición al realizar la obligada historia clínica al visitar a todo paciente.
Desde finales de la década de los 70 se han sucedido en España varios gobiernos de centro, de derechas y supuestamente de izquierdas: de manera incomprensible no ha sido hasta el año 2005 cuando se ha publicado y aplicado de forma efectiva en España una normativa legal de obligado cumplimiento para todas las empresas implicadas para garantizar la protección laboral de todos aquellos trabajadores con actividades de riesgo de inhalación de asbesto. No hay palabras…