Mindfulness y medicina

Mindfulness para aprender a hacer frente a las adversidades de la vida.

Hace ya bastantes años sufrí un cáncer de piel. Cómo soy médico sabía que el pronóstico del tipo de tumor que tenía es muy bueno cuando el diagnóstico es precoz, como era mi caso. La realidad fue que una primera intervención quirúrgica no fue suficiente y me tuve que someter a una segunda resección más amplia.

A partir de aquel momento no podía dejar de observar mi piel tan a menudo como me era posible buscando cualquier anomalía cutánea. Cualquier espejo de un ascensor, escaparate, consulta, etc., eran válidos para mi preocupación obsesiva. Aun así huía de la luz del sol tanto como me era posible y siempre iba por la calle con sombrero. De forma accidental en aquella época tuve ocasión de enterarme de la existencia del “mindfulness”.

El aprendizaje de esta ciencia me permitió volver a una vida normal y ¡dejar atrás mi fase de murciélago! Volvía a hacer una vida normal con la precaución de ponerme siempre cada día por la mañana una crema de alta protección solar en todas las zonas de piel expuestas a la luz solar.

Mindfulness puede ser traducido como conciencia o atención plena y así lo verán reflejado en los numerosos artículos o programas que en los últimos años pueden leer o escuchar en varios medios de comunicación. En mi opinión esta definición es correcta pero incompleta: se trata de conciencia plena, sí, ¡pero sobre todo hace falta que se haga desde y con el corazón! Fue desarrollada en Harvard, Universidad de Massachusetts, hace ya varias décadas por el profesor Jon Kabat-Zinn, uno de los pioneros de las investigaciones médicas sobre las interacciones entre la mente y el cuerpo.

Partiendo de principios del budismo pero sin ninguna implicación religiosa se aprende toda una forma de vivir nuestra existencia de manera más feliz, sobre todo cuando nos toca enfrentarnos a las inevitables adversidades de la vida. Y no olvidemos que las enfermedades, propias o de nuestros seres queridos, son una adversidad y a veces de las más importantes. Pues bien, hoy en día podemos decir que ya tenemos evidencia científica sólida (como estudios de cambios en ADN, modificaciones en imágenes cerebrales obtenidas por resonancia nuclear magnética) de qué mindfulness aporta claros beneficios en muchos aspectos de la Medicina.

“Aquí y ahora” es la base más conocida del mindfulness. Es cierto: el ayer ya pasó y nadie sabe con seguridad qué nos deparará el futuro. A veces, los peores infiernos son los imaginarios, puesto que a menudo nunca acaban siendo realidad. Aprender a meditar es una las bases de este conocimiento pero mindfulness es mucho más que esto. Dos pequeñas muestras:

Una, que ante una vivencia adversa, por dura que sea, hay que tener presente que aquello que aceptamos siempre se acabará transformando en nuestro interior, mientras que aquello que nos resistimos a abrazar persistirá. Por lo tanto abrazar, sí, pero también saber después soltar… Aceptación no es equivalente a resignación.

La otra, aprendemos a responder con serenidad a las situaciones difíciles: la reacción inmediata, a menudo basada en la ira y la improvisación meramente intuitiva, sin pensar bien lo qué haremos, responde a la herencia genética de épocas que ya no son las nuestras, en las cuales los peligros continuos que afrontaba el ser humano obligaban a adoptar esta actitud para sobrevivir. Este intervalo de tiempo que los humanos podemos aprender a poner entre lo qué nos sucede y nuestra respuesta meditada es una herramienta poderosa que nos permitirá responder adecuadamente y con sabiduría a los sucesivos retos de la vida.