El aire es esencial para la vida. Los humanos respiramos 15 veces por minuto. En cada inspiración introducimos medio litro de aire en nuestros pulmones, 7,5 litros cada minuto, 450 en una hora, 10.800 litros en un día. El aire está compuesto principalmente por nitrógeno (78%), oxígeno (21%), vapor de agua, partículas diminutas y gases nocivos para el organismo llamados contaminantes (2%). El humo de las fábricas, las centrales productoras de energía o de la combustión del carburante de los coches y los aviones son la principal causa de contaminación.
Desde hace años, los estudios científicos avalan la estrecha relación entre la calidad del aire y la salud. La contaminación, especialmente la relacionada con el tráfico y el uso de combustibles fósiles, contribuye al envejecimiento de los pulmones y al incremento de las enfermedades respiratorias. Cada vez más evidencias científicas demuestran que la contaminación del aire es altamente nociva para los pulmones y que causa y empeora infecciones y patologías respiratorias como el asma o la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica).
Las personas que conviven con un nivel de contaminación alto son más propensas al deterioro prematuro de los pulmones y a desarrollar enfermedades respiratorias crónicas. Cada año se producen 7 millones de muertes prematuras en todo el mundo debidas a la contaminación del aire en espacios abiertos y cerrados, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). De ellas, el 21% por neumonía, el 20% por accidentes cerebrovasculares, el 34% por cardiopatía isquémica, el 19% por EPOC, y el 7% por cáncer de pulmón.
Respirar aire limpio es esencial para la salud. Y también un derecho. La Ley 34/20017 de Calidad del Aire y Protección de la Atmósfera dice: “La atmósfera es un bien común indispensable para la vida, del cual todas las personas tienen el derecho de su uso y disfrute y la obligación de su conservación”.
La mayor parte de la contaminación del aire es causada por las personas, tanto en las zonas urbanas como en las rurales, y tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo. La contaminación atmosférica urbana es la que padecen principalmente los habitantes de las ciudades. Se produce por la combustión ineficiente de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) para la industria y el suministro energético y también para el transporte.
En España contaminan en la misma proporción los gases emitidos por los tubos de escape del tráfico rodado (32,5%) que las plantas industriales o productoras de energía (32,4%). Se estima que, en nuestro país, el 35% de la población respira aire contaminado.
En los países en desarrollo, se habla principalmente de contaminación del aire doméstico, cuya causa principal es la combustión provocada por el empleo de queroseno y combustibles sólidos como madera para la cocción de alimentos, la calefacción mediante estufas y el alumbrado mediante lámparas. De los 7 millones de muertes prematuras que se producen cada año, 3,8 millones son producidas por la contaminación del aire doméstico, según la OMS.
La contaminación afecta a todas las personas, pero hay grupos de población especialmente vulnerables: niños, mujeres y trabajadores al aire libre cerca de una fuente de contaminación. La neumonía es la primera causa de muerte entre los niños menores de cinco años, siendo la contaminación del aire uno de los principales factores de riesgo. Las mujeres que trabajan en cocinas llenas de humo están expuestas a altos niveles de contaminación del aire doméstico. Finalmente, trabajadores al aire libre, como vendedores callejeros y agentes de tránsito, se ven afectados por la contaminación del aire.
También se ven afectadas las personas mayores y las que padecen enfermedades respiratorias como el asma o la EPOC, así como enfermedades del corazón y arterioesclerosis.
Cada año se producen 7 millones de muertes debidas a la contaminación del aire en espacios abiertos y cerrados, según la OMS. Más de dos millones en la región de Asia Sudoriental, más de dos millones en la región del Pacífico Occidental, cerca de un millón en la región de África. En Europa, unas 500.000. En el Mediterráneo Oriental, 500.000 más. Y 300.000 en las Américas.
En España, la contaminación del aire es un grave problema sanitario que cuesta 10.000 muertes cada año, con un coste por residente medio de casi 1.000 euros al año, según el informe de la European Public Health Alliance (EPHA), que cuantifica el valor monetario de la muerte prematura, el tratamiento médico, las jornadas laborales perdidas y otros costes sanitarios provocados por los tres contaminantes del aire que causan la mayoría de las enfermedades y muertes: las partículas en suspensión, el dióxido de nitrógeno y el ozono.
El estudio de la EPHA ha examinado 432 ciudades de los 28 países integrantes de la Unión Europea, a los que ha sumado Noruega y Suiza. La suma de los costes provocados por la contaminación de todos los países asciende a 166.000 billones de euros al año, o 385 millones de euros de media por ciudad o 1.276 euros per cápita.
Los contaminantes más comunes que encontramos son las partículas en suspensión, el dióxido de nitrógeno, el ozono, el dióxido de azufre y el monóxido de carbono.
La contaminación del aire tiene efectos para la salud respiratoria. La exposición a altos niveles de contaminación provoca irritación de las vías respiratorias, tos, mucosidad y disnea (dificultad para respirar). La exposición a contaminantes del aire durante un periodo largo aumenta la aparición de enfermedades pulmonares, incluyendo el cáncer, así como las muertes por estas enfermedades.
La Comisión Europea presentó en diciembre de 2019 el Pacto Verde Europeo, que establece cómo hacer de Europa el primer continente climáticamente neutro en 2050 impulsando la economía, mejorando la salud y la calidad de vida de las personas, protegiendo la naturaleza y no dejando a nadie atrás.
El Pacto Verde Europeo establece un plan de acción para impulsar un uso eficiente de los recursos mediante el paso a una economía limpia y circular, además de restaurar la biodiversidad y reducir la contaminación. Para alcanzar este objetivo es necesario invertir en tecnologías respetuosas con el medio ambiente; apoyar a la industria para que innove; desplegar sistemas de transporte público y privado más limpios, más baratos y más sanos, en los que se tengan en cuenta las necesidades de peatones y ciclistas; descalorizar el sector de la energía, proporcionando acceso universal a combustibles y tecnologías limpios y asequibles para cocinar y alumbrar; garantizar que los edificios sean más eficientes desde el punto de vista energético, construyendo ciudades más verdes y compactas con los edificios; y colaborar para mejorar las normas medioambientales mundiales.
Además de estas medidas globales que permitan combatir la contaminación del aire, desde la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) dan algunos consejos para tomar medidas a nivel individual: utilizar el transporte público, apagar el motor del coche en las paradas de más de 40 segundos, conducir a una velocidad moderada (pasar de 120 a 90 km/h ahorra un 20% de gasolina), utilizar gasolina sin plomo, evitar los motores diésel (consumen menos, pero contamina más), utilizar la calefacción y el aire acondicionado de forma responsable (22 grados es la temperatura adecuada), controlar el consumo de agua caliente (mejor ducha que baño), controlar el consumo y reciclar, elegir electrodomésticos eficientes y no fumar.
Resultados de algunos estudios muestran que las personas que viven en un entorno con altos niveles de contaminación del aire son más propensas a desarrollar enfermedades respiratorias y más susceptibles a cualquier agente infeccioso. En el caso de la covid-19, la contaminación del aire aumentaría la susceptibilidad de morbilidad y mortalidad, además de ayudar a expandir la pandemia con mayor rapidez. Muchas zonas donde la pandemia se ha expandido más rápidamente y con mayor gravedad presentan altos niveles de contaminación de forma crónica, como norte de Italia o China, industrializados y con niveles alto de contaminación.
Es por ello que la calidad del aire debe ser tenida en cuenta como medida de prevención para las epidemias, apoyando las acciones que se realicen para mejorar la calidad del aire, especialmente en las ciudades.
Las vías respiratorias son la puerta de entrada a las partículas contaminantes provocadas por acciones del ser humano, provocando enfermedades respiratorias, del corazón y diversos tipos de cáncer. La contaminación, además de ser perjudicial para la salud de las personas y el resto de seres vivos del planeta, degrada el medioambiente, ya que reduce la capa de ozono, potenciando así el efecto invernadero. La contaminación degrada también el entorno, provocando nubes formadas por partículas (Smog).
Las acciones que pueden emprenderse tanto a nivel global como individual por parte de gobiernos, industria y ciudadanía son esenciales para evitar el cambio climático que se avecina, mejorar la calidad del aire y velar por la salud respiratoria de todos.
Durante la pandemia provocada por la covid-19 se ha producido un importante descenso de los niveles de contaminación del aire en las principales ciudades del mundo afectadas por la pandemia, directamente relacionado con el descenso del tráfico rodado, tal y como muestra la colección de imágenes de satélite de la EPHA, publicadas el pasado mes de abril.
Esta reducción del tránsito no solo reduce la contaminación del aire, sino que tiene otros beneficios para la salud, como por ejemplo la reducción del ruido, de los accidentes y lesiones de tránsito, permitiendo la recuperación del espacio público por parte de las personas para realizar actividades como correr o montar en bicicleta, contribuyendo a reduciendo el efecto negativo del calor y las emisiones de CO2.
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